En el Parque Nacional Patagonia,Tompkins Conservation trabaja el reasilvestramiento de especies en la austral región de Aysen, Chile. Una de ellas despertó polémica, el puma, considerado «una molestia» para los ganaderos locales.
(Mongabay Latam / Michelle Carrere). El pasado diciembre se formalizó la creación del Parque Nacional Patagonia, uno de los ocho parques que conforman la Red de Parques de la Patagonia en Chile. Un proyecto conformado por terrenos fiscales, reservas naturales y la donación de 407 000 hectáreas que, en 2016, Kristine McDivitt, viuda del reconocido ecologista Douglas Tompkins, hizo al Estado con la condición de que fueran transformadas en parques nacionales.
La conformación del Parque Nacional Patagonia comenzó a gestarse, sin embargo, cuando en 2004 Tompkins Conservation, la organización para la conservación creada por el ecologista, compró una estancia ganadera ovina ubicada entre las reservas nacionales Tamango y Jeinimeni, en la austral región de Aysén. Tras la compra, la organización fue desmontando corrales y cercos que dividían el predio estanciero que operó por más de un siglo. La conectividad física y ecológica entre Tamango y Jeinimeni poco a poco fue dando paso a una mayor presencia de huemules, pumas y otras especies que hasta entonces habían visto su espacio limitado.
Hoy, ambas reservas más la antigua estancia ovina conforman el Parque Nacional Patagonia, donde Tompkins Conservation se encuentra trabajando en el reasilvestramiento del lugar. Es decir, regresándolo a las condiciones naturales presentes antes de que operara la ganadería.
Mongabay Latam conversó con el veterinario Cristián Saucedo, administrador del programa de Vida Silvestre del Parque Nacional Patagonia. Esta es la historia que nos contó.
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Huemules y pumas regresan a poblar el territorio
Más de 30 mil ovejas eran criadas en la antigua estancia y, en época de parición, el número llegaba duplicarse. Cristián Saucedo señala que la extensión del terreno no era lo suficientemente grande como para soportar esa carga animal, lo que derivó en la degradación de los pastizales y bosques. “A eso se sumaba la persecución del entorno silvestre donde las especies, especialmente los pumas, eran una molestia para la ganadería” señala Saucedo.
Así, entre 10 y 15 pumas morían cada invierno en manos del leonero: el hombre de la estancia encargado de cazar a los pumas, que eran capaces de devorar hasta unas 30 ovejas mensuales.
Recuperar el ecosistema completo es el objetivo principal de Tompkins Conservation y para hacerlo, Saucedo explica que el trabajo debe hacerse por etapas. En primer lugar se priorizó la recuperación del huemul (Hippocamelus bisulcus), categorizado en peligro de extinción según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. En segundo lugar, el puma (Puma concolor) considerado vulnerable y luego, el ñandú (Rhea pennata pennata) que si bien a nivel global no está considerado en peligro, sí lo está en la región de Aysén.
“Sacar los alambrados y los perros generaría un crecimiento de la población de huemules” dice Saucedo, y así fue. Los animales comenzaron a ocupar espacios donde antes no llegaban. Al mismo tiempo, el veterinario señala que, a pesar de que la recuperación del huemul era prioritario, se decidió por no intervenir en el comportamiento de los pumas, el principal predador de esta especie. Se comenzó a monitorear entonces a estos felinos, además de los huemules, utilizando cámaras trampa y sistema de marcaje sobre ciertos individuos para entender, entre otras cosas, por dónde se mueven y qué comen.
“Muchos nos criticaron porque dijeron que buscábamos ser un conservatorio de pumas” y que poníamos en peligro al ganado de las estancias ovinas de la zona. Pero “el objetivo final nuestro es que el ecosistema entero empiece a tener un nuevo estado de equilibrio”, explica Saucedo. Ello incluye a los pumas.
El veterinario asegura que “no pretendemos que la actividad ganadera, que es tradicional de la zona, se elimine. Sino que buscamos generar herramientas para que sea compatible con la vida silvestre”. Para dar solución al conflicto, Tompkins Conservation implementó un programa piloto con un pequeño rebaño de ovejas, que la fundación mantiene en el parque para autoconsumo. El programa consistía en evitar que los pumas predaran sobre las ovejas gracias a la vigilancia de perros Gran Pirineo: “una raza muy antigua desarrollada por pastores nómadas europeos, para proteger a sus rebaños de los osos”.
Los resultados fueron decidores: “de 30 ovejas muertas al mes, pasamos a tener solo una o dos mensuales” asegura Saucedo. La experiencia comenzó entonces a ser compartida entre los ganaderos quienes, incrédulos en un inicio, se percataron rápidamente de la eficiencia de los perros y empezaron a recomendar la técnica entre sus pares. “Logramos demostrar que se puede convivir con los predadores y no matarlos” asegura el veterinario. Hoy, son unos 100 los productores que trabajan con perros para la vigilancia de su rebaño.
De esta manera, los pumas han comenzado también a recuperarse, al mismo tiempo que la población de huemules que alcanza hoy los 3000 ejemplares. La más grande en la región de Aysén.
Los guanacos también han aumentado en número y se les puede ver en zonas a las que antes no accedían, debido a los cercos que dividían la estancia. “El 90 % de la dieta del puma lo constituye el guanaco”, dice Saucedo. De esta forma, la población de este camélido, si bien crece, se ha mantenido a raya.
Así, el equilibrio ecológico que existía antes de la llegada de la ovejería a comenzado restablecerse. “Ver un puma es un signo evidente de un ecosistema saludable porque está ahí junto a todas las especies de la pirámide alimenticia” asegura Carolina Morgado, directora ejecutiva de Tompkins Conservation. Pero además, “el signo más evidente de restauración es la recuperación de la estepa patagónica”. De hecho, “se puede decir que este parque es el mayor proyecto de restauración de estepa patagónica que se haya visto”, agrega Morgado.
En el proceso han participado trabajadores de la antigua estancia. Es así como quien fue antiguamente el leonero, hoy no solo es guardaparque sino que es el encargado de monitorear a los pumas para asegurar su protección.
La versión completa de este reportaje fue publicada en Mongabay Latam. Puedes leerla aquí.
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